CRÓNICA: Tibidabo Festival 2015

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Los pasados 4 y 5 de Septiembre se celebró en Barcelona la primera edición del Tibidabo Live Festival, twin del Kutxa Kultur Fest. Compartiendo gran parte del elenco del cartel y con la misma fórmula: ambiente familiar en un sitio tan peculiar para los festivales de música como es un parque de atracciones.

Uno de los elementos con los que juega la organización al elegir este emplazamiento es la nostalgia del asistente medio. Un servidor lleva toda la vida viviendo en Barcelona y solo había pisado el Tibidabo una vez en su vida a los… 4 años. Durante estos días ha sido muy habitual ver a los asistentes al festival mirando a todos lados con una sonrisa de añoranza y rememorando sus aventuras pasadas por el parque momentos antes de llegar a él.

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Pero vamos a la música, el plato principal del Tibidabo Live. El primer día la presencia de la lluvia hizo que los ánimos se empañaran y mucha gente indecisa al final no subiera a la montaña. Las actuaciones de Pet Fennec y Rafael Berrio tuvieron que ser canceladas por la lluvia y Albert Cavalier sólo tuvo la oportunidad de dar un concierto ‘exprés’. Viendo el ambiente se podría pensar perfectamente que eso era el set de rodaje para una nueva temporada de American Horror Story.

Por suerte a media tarde la lluvia cesó y se pudo disfrutar de todas las actuaciones sin inconvenientes. The Young Wait dieron uno de los conciertos más descafeinados de la jornada. El grupo de Elijah Wood, totalmente contagiado por sus influencias sureñas, fue absorbido por la apatía y poca presencia del público presente. Ese no fue el problema de BlackBox Red. El dúo holandés empezó el concierto con literalmente ningún espectador y terminó arrancando los primeros movimientos de cabeza y saltitos tímidos. Su lo-fi furioso hizo vibrar por primera vez los altavoces del escenario principal. A partir de ahí la noche no haría más que ir cuesta arriba. Niña Coyote eta Chico Tornado siguieron con la fórmula de los holandeses. Duo de batería y guitarra y bien de caña y ritmo durante todo su set. No son el dios Jimi Hendrix pero se atrevieron con su “Foxy Lady” con satisfactorio resultado.DSC_0163

A partir de las 22 de la noche dio turno al cabeza de cartel del día, Yo La Tengo. En un ambiente muy íntimo de apenas unas 300-400 personas la banda de Nueva Jersey desgranó gran parte de su carrera musical. Pudimos disfrutar de los arrebatos de Ira Kaplan a la guitarra, que parecía poseído mientras realizaba solos de varios minutos, y también de algunos de los momentos más dulces del día cuando durante los bises el trío cumplía los deseos de algunos asistentes en acústico.

Con el sol y el ser sábado como principales atrayentes la segunda jornada fue más viva. Ya no temíamos con que nos apareciera “el Coco” entre los arbustos. Al contrario, veíamos adorables e inofensivos jabalíes. Los asistentes del parque se mezclaron con los del festival para curiosear las atracciones y actuaciones respectivamente.

8ThGkFkMHdThEuVvMm9USBw2T1xi2JI-Q4JRKjLE5_sDebido a un problema con el transporte no pudimos llegar hasta la actuación de Ghost Number & His Tipsy Gypsies. Esta banda ambientada en los Estados Unidos de hace dos siglos aunque fueran de Donostia nos presentaron su maqueta llena de influencias de la época. Solo nos faltaba el camarero con bigote y Clint Eastwood vestido de Cowboy para trasladarnos del todo al Far West. Después de investigar por el parque y algunas de sus atracciones entró Belako en escena. Da igual a qué hora o lugar los pongas, nunca te van a fallar. Te van a clavar el concierto en todas las ocasiones. Su set ya casi nos lo sabemos de memoria, pero nunca defrauda.

El colofón de la noche y del festival fue la actuación de Mogwai. Con una afluencia de público mayor a la del día anterior los escoceses hicieron un repaso a sus 20 años de carrera con temas como Hunted By a Freak‘, ‘Rano Pano‘, o ‘I’m Jim Morrison and I am Dead‘. La sintonía con el público fue total. No se oía un murmullo debido a lo metidos que estaban los espectadores en el concierto. De repente, los escocese vomitaban tales muros de sonido de avisar que estremecían hasta el más impasible. Los reyes del post-rock lo volvieron a hacer. Pocas maneras para acabar mejor un festival.

Definitivamente esperamos que haya una segunda edición del Tibidabo Live Festival. La idea es buena y la capacidad máxima que tienen pensada (2.500 personas) este año no fue para nada alcanzada pero es la ideal para un evento de estas características. Esperemos que tengan más suerte con los patrocinios y las entradas no sean tan prohibitivas para los bolsillos más ajustados. Los precios de las barras no son tan exagerados como otros festivales y eso ayuda, pero en el apartado comida la oferta fue muy pobre. 3.50€ por un hot dog que pareció venido del vertedero es un insulto para el espectador. Aunque eso es problema del parque.

Llegar al parque puede parecer complicado pero la organización no hizo más que poner alternativas como el funicular gratuito al finalizar los conciertos. Gran punto a favor ahí.

El Tibidabo Live Festival ya ha empezado a dar sus primeros pasos, estaremos expectante a que den el saltito que les falta para afianzarse.

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Texto: Quico Sabanés

Fotos: Lucía Moreno