Crónica Primavera Sound Madrid 2023 (Parte 3)

Sábado 10

En el penúltimo día del macrofestival, no pudimos asistir, debido al lleno total del Auditorio Primavera, al concierto de dos leyendas vivas de la música como son, la de una de las mayores artistas de vanguardia estadounidense, Laurie Anderson, íntima amiga de William S. Burroughs, deconstructora e investigadora del lenguaje, al igual que su amigo, pero del sonoro, en su caso, inventora del violín de arco de cinta y del traje de sensor percusivo, así como esposa de otra leyenda del rock and roll como es y fue, el señor Lou Reed, cantante y guitarra, de los seminales The Velvet Underground, y de la Velvet, también era el otro músico, al que no pudimos ver, John Cale, violinista, teclista y bajista del anterior grupo, que también ha sido compositor de orquesta, y mil cosas más, con su más de ochenta años, pero sí que vimos a otra leyenda americana del rock, como son Shellac, decir que es rock minimalista, como se autoproclaman, es decir muy poco de la banda de Steve Albini, el célebre productor e ingeniero de sonido, de bandas como PJ Harvey, Nirvana o Pixies, terrorista sonoro de la electricidad, y de las guitarras, que hizo gala de tan merecida fama, al instrumento, frente a este concierto de Shellac, líder de bandas en los 80, como Rapeman o Big Black, que hubieran cuadrado perfectamente en el recopilatorio de No New York producido por Eno, grupos estos, donde los instrumentos parecen estar ardiendo en llamas, y poseídos por alguna especie de demonio eléctrico.

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Shellac | Foto: Sergio Albert / Primavera Sound

Todd Trainer, batería de Shellac, decir que tocaba a veces de espaldas, con un plato que tenía detrás suya. La banda, que parecía tocar los mismos instrumentos desde que empezaron en 1992, dieron un concierto fantástico, en el tema “Killers”, Albini nos narraba sus ganas de ver una película distópica con un cuerpo de policía que fueran “Defenders Of Fun”e hizo que el público levantara el puño cuando decía en el estribillo cada vez“Defenders Of Fun” en perfecta sintonía con su público. Bob Weston, bajista, le pedía al público, que le hiciera cualquier tipo de pregunta, en lo que fue un concierto, como ellos mismos son, bastante anárquico, el bajo de Weston, que por momentos parecía el sonido, el que se dice uno de los mejores bajistas de hardcore de todos los tiempos, el bajo de Rob Wright de NoMeansNo con ese sonido trepidante, y con el que a veces hacía sonidos anómalos que parecían más bien de una guitarra mutante.

En el tema “Wingwalker”, Albini que se ató la guitarra a la cintura, ponía los brazos como un avión, y mordía las cuerdas para puntear, y en uno de sus speeches nos dijo “Nada importa, solo ser un avión”, Trainer el batería, tocaba los platillos con las baquetas alineadas, a la misma altura de los platillos, a cada lado, algo que personalmente, nunca había visto, cuando no, nos miraba ceñuda y escrutadoramente, otro gran momento del concierto fue en la interpretación de “Wingwalker” con los tres músicos haciendo el avión sobre el escenario, o cuando bajista y guitarrista tocaban al mismo tiempo que iban desafinando sus instrumentos, algo que tampoco había visto nunca y que me pareció completamente maravilloso.

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St. Vincent | Foto: Sharon López / Primavera Sound

El segundo y último concierto de este día, pues el cuerpo no daba para más, fue el de St. Vincent, nombre este del hospital donde moriría el poeta galés, Dylan Thomas, tras una intoxicación etílica, pues como dijo una vez Annie Clark, “Yo soy el lugar donde vienen a morir los poetas”. A pesar de estar St. Vincent en una fase más madonnizada, teñida de rubia, de Chanel y con empastes de oro incluidos, lo primero que hizo al salir al escenario, fue escupir, y luego poner cara de niña buena, como diciendo, sigo siendo yo, atrás quedó esa chica de pelo oscuro e introspectiva, con canciones como “Black Rainbow”, y sus discos para la 4AD, pero fuera como fuera, lo que es innegable, es que siempre seguirá siendo la genia de la guitarra que es, y dada a la versatilidad sonora; en su ego trip, dijo en español “Papá está en casa”, como el título de su último álbum “Daddy’s Home” y es que en su chándal de Chanel rojo, tenía bordado por detrás, en letras grandes, la palabra “Daddy”.

En el escenario tenía una chica de la limpieza (que luego terminaría bailando con la banda) que le traía instrumentos, digamos, en clave de humor, también le trajeron en una bandeja de plata una copa, en un tema que cantó como Sinatra, en clave jazz poprock, “Pay Your Way In Pain”, “Sugarboy”,”Year Of The Tiger” o “Los Ageless”, fueron algunos de los temas que sonaron. Memorables fueron los duetos de guitarra que hizo con el otro guitarrista, en uno de ellos, se tiraron ambos al suelo, revolcándose muertos de risa, pero el momento de inflexión, llegó, con el tema más especial de toda su carrera, el que muchos artistas tienen, y en este caso es “Marrow” para St. Vincent, esa inclasificable y mágica canción, de rock electrónico con vientos, que nos dejó a todos boquiabiertos en su momento, con ese videoclip, donde hacía como de pastora de almas por una carretera.

Tras esta canción,  con el ambiente ya en llamas y puño en alto, se sucedieron los últimos temas del concierto como “Fear The Future” o “Your Lips Are Red”, con el decorado de las pantallas laterales en las que se veía una ciudad animada, en la que cambiaban las nubes de color, y en las que en esta parte última del concierto, llovía sangre, en animación, en las pantallas, claro; St. Vincent, que mostró su habilidad con ejercicios vocales sorprendentes, además de seguir siendo la misma virtuosa de la guitarra que antaño, como señalábamos, se mostró muy cariñosa con sus fanáticos seguidores, a los que se acercó a acariciarles, mientras cantaban enfervorecidos.

 

Domingo 11

Qué mejor despedida de un festival, en un perezoso domingo, que a base de electrónica hipervitaminada; de los seis artistas programados para ese día, asistimos al del francés Vitalic, que como su nombre indica es pura vitalidad sonora, a volumen estentóreo y salvaje, tanto que hizo que temiera por mi pobre salud auditiva, estando en primera fila, para que nos hagamos una idea de la intensidad sonora y el despliegue de energía dionisíaca que se montó esa tarde con Vitalic, contaré el despliegue de drogas (sin querer hacer apología de ellas) y de gente bailando que se originó a mi alrededor, de la nada apareció una especie de hechicera egipcia morena, vestida con traje negro, que se empezó a introducir un polvo con una cucharilla en la nariz, o gentes con botes de popper (suponemos) automedicándose, y luego también observé un grupo de amigos que sacó una cinta fina de cassette con doble fondo, muy práctica, que también hicieron lo suyo.

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Vitalic | Foto: Daniel Vázquez / Primavera Sound

El concierto de Vitalic terminó con el trallazo de heavydance hardstyle llamado “My Friend Dario”, en lo que fue un set arrollador perpetrado por un gran amante y connaisseur de la electrónica de todas las épocas, sonidos de síntesis, voces robóticas, y una energía musical tan positiva, que impregnaba de risa y alegría a los que entraban en su radio musical, hubo hasta quien se escabulló de allí, hablo de la primera fila, donde el sonido te retumbaba por todo el cuerpo; estas reuniones masivas donde la gente se concentra para bailar, y se crea cierta magia en el ambiente, por algún motivo evidente, me hizo recordar a las congregaciones indígenas con sus danzas rituales.

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Vitalic | Foto: Daniel Vázquez / Primavera Sound

Y hasta aquí, la crónica completa del irresistible macrofestival del Primavera Sound, que ha llegado a Madrid para quedarse, trayendo y conectando gentes y artistas de todo el orbe, y haciendo del mundo, un lugar un poco mejor, gracias a ese lenguaje universal y eterno, que es la música.

 

Crónica Primavera Sound Madrid 2023 – Parte 1

Crónica Primavera Sound Madrid 2023 – Parte 2

 

Foto de portada: Sharon López / Primavera Sound

Sebensuí A. Sánchez

Khaös de Mago, poeta palabrista, filósofo imberbe, melómano colector desde que tenía 10 años. Ya daba patadas antes de salir a la luz, le contaba su madre, cuando en casa se ponía el “The Dark Side of The Moon”.