Madafackismo | El hundimiento del FIB
Muchos FIBERS, entre los que me incluyo, observamos con estupor el rumbo actual que la nueva dirección del FIB está tomando a la hora de gestionar el afamado festival castellonense.
Desde su fundación allá por mediados de los noventa, el FIB siempre se ha caracterizado por ser un festival innovador y que arriesgaba a la hora de adaptarse a las nuevas modas y tendencias en el sector de la industria del directo. Ello siempre llevaba implícito asumir un buen puñado de críticas en su parroquia de asistentes, los FIBERS, que se dividieron entre aquellos más ortodoxos que no veían con buenos ojos abrir el abanico musical que aglutinaban en sus carteles con la incorporación de nuevos artistas más comerciales y estilos ajenos a la escena independiente del rock y el pop, y otros más complacientes y comprensivos con la organización.
Así, en Benicàssim comenzaron a desfilar artistas pop mainstream como Mika o Gnarls Barkley (2008), figuras de hip hop como Dizzie Rascal (2010) o The Streets y Plan B (2012), djs comerciales como Calvin Harris (2010), Steve Aoki (2009) o David Guetta (2012), o más recientemente, el fenómeno de las divas pop, con Lily Allen y Ellie Goulding (2009) o Katy B y Jessie J (2012) como primeros escándalos. Incluso artistas nacionales alejados de la escena indie, como Fangoria (2007), Ilegales (2010) o Josele Santiago (2009) fueron objeto de polémica en su momento. En cierta medida, la “crisis permanente” del FIB siempre ha existido.
Pero ahora, en pleno 2022, ya no es criticado por arriesgar en la programación de artistas y reinventarse, sino precisamente por todo lo contrario. Desde que The Music Republic ha asumido la gestión del veterano festival de Benicàssim y tras la cancelación obligada de la edición de 2020 por motivo de la pandemia, el FIB se ha convertido en una acumulación de artistas y bandas requetevistos en cualquier festival de provincias. ¿Quién no ha visto a Love of Lesbian, Izal, La M.O.D.A, Zahara, Viva Suecia o Miss Cafeína en su provincia o región con facilidad año tras año? Si a esto le sumamos que precisamente esos nombres son los principales reclamos del FIB, junto a artistas internacionales lowcost que han tocado en tropecientos festivales patrios en los últimos años, como Two Door Cinema Club, The Kooks o Mando Diao, ¿qué puede motivar a un FIBER de Cuenca, Pontevedra, Bristol o Manchester viajar hasta Benicàssim el próximo verano en lugar de elegir otras opciones más baratas o potentes en cuanto a lineup?
Con todo lo criticable de las etapas de Vince Power y Melvin Benn, los asistentes al festival durante las última década hemos podido disfrutar de cabezas de cartel internacionales muy exclusivos y poco asiduos a nuestro país, como The Weeknd, The Stone Roses, Lana del Rey, Blur o Kendrick Lamar; también hemos podido “descubrir” bandas y artistas que años más tarde se convirtieron en auténticos referentes de la escena internacional, como Tame Impala, Wolf Alice, Temples o Dua Lipa y selecciones exquisitas de artistas nacionales – salvo groseras excepciones – alejadas de otras propuestas más conservadoras que tanto nos tienen acostumbrados en otros lugares.
La filosofía era traer a los Carolina Durante, Hinds, Belako, Cupido o Triángulo de Amor Bizarro del momento, aunque hubiese que acometer alguna grosería puntual, como incorporar un Love of Lesbian o Dorian de turno en cada edición. Ahora, lo excepcional se ha convertido en la norma.
Por 100 € hemos podido ver en 2017 a RHCP, The Weeknd, Foals, Los Planetas, Kasabian, Ride, The Jesus and Mary Chain, Dua Lipa, Temples, Stormzy, Liam Gallagher, y otros artistas interesantes. Lo mismo en 2016 con Muse, Massive Attack, Kendrick Lamar, The Chemical Brothers, Mac Demarco, The Vaccines, Skepta o Jamie XX. Ahora, por apenas 50 o 60 €, hasta nos parece caro viajar a Benicàssim para ver una oferta artística tan raquítica.
¿Estaremos presenciando la última edición del FIB antes de su definitiva defunción? En julio lo comprobaremos.
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