Crónica Stereolab en Madrid | Marxismo, Pop y Vanguardia

La huella indeleble de Stereolab después de más de 30 años en la música, digamos popular, es amplia, porque justamente han hecho eso, ampliar, han tomado las bases del pop para revolucionarlo de alguna forma que se ha vuelto eterna, quizás su francofilia influida por el Situacionismo y el Surrealismo y su compromiso sociopolítico marxista, tengan algo que ver, lo que es seguro, es que han retomado la chanson que sólo se dedicaba, en los últimos 30 años de su existencia, a canciones amorosas, por lo general, y afrancesaron un género de música moderna incipiente en la década de los 90 que partía de los consabidos Beatles, hasta el punto de que casi resulta indivisible que una canción pop a día de hoy no suene a ese toque cool francés imaginario que Stereolab han reinventado minuciosamente.

A todo esto, hay que sumar una amplitud de imaginativos registros sonoros con aires de ciencia ficción e incluso noise rock, que hacen de Stereolab, uno de los grupos de pop de vanguardia más importantes que ha habido en el mundo musical. Sin Stereolab, en España, no hubieran surgido quizás, el sublime género pop del movimiento Donosti Sound, o el Xixón Sound, aunque bien es cierto que ya en los 80 habían deslumbrantes experimentos pop del País Vasco, como Aventuras de Kirlian, lo cual es muy interesante, a la hora de orientarnos en sonidos pioneros sin irnos siempre tan lejos.

Se hizo larga la espera de más de una hora para que salieran Stereolab a escena, aún habiendo un telonero que amenizaba su preparación al escenario de la banda anglofrancesa.  Alberto Montero, un cantautor que sabía actualizar muy bien las raíces más auténticas del folk de guitarra española con aires que evocaban a los cantautores más combativos de los años sesenta de Latinoamérica, pero acomodado perfectamente a la música independiente actual. Tras la espera de casi hora y media por Stereolab, al fin salieron a escena, y empezaron a tocar su fantástico himno pop “Neon Beanbag”, y el mundo se convertía, por arte de magia, en un lugar maravilloso lleno de paz, alegría y amor, donde todos no teníamos más que ganas de bailar felices, bendita sea la música de Stereolab….

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Laetitia Sadier tocaba la guitarra con la izquierda en “Eye Of The Volcano”, el público estaba conquistado desde el primer momento, unas fans con gafas gigantes de plástico en primera fila se agitaban enfebrecidas, Joseph Watson tocaba un teclado Prophet 5, y un antiguo Fender Rhodes de considerable tamaño, entre otros aparatos más modernos, en el bombo de la batería estaba Cliff sonriendo con su dedo pistola y señalándonos, personaje este, tomado de un cómic político – suizo del año 69. 

Hubo varios momentos casi mágicos en este concierto, donde la química banda-público era arrolladora, como en el tema “The Mountain” donde se podían oír las oleadas de energía del público  al ritmo de las subidas y bajadas sonoras de la canción. Estos momentos de feliz sinergia se darían en más de una canción con un Tim Gane enfervorizado meneando la cabeza de un lado a otro sin parar mientras tocaba la guitarra sin mirarla. I Love Stereolab decía una pegatina en la batería de Andrew Ramsay, que también tenía una figura de un muñeco que se iluminaba en la oscuridad como las vírgenes de nuestras abuelas.

Tocaron extrañas canciones como “Refractions In The Plastic Pulse”, canción de más de un cuarto de hora que se iba convirtiendo en diferentes cosas, desde reggae marciano de ensueño yendo de pic nic, a perderse en un torbellino de sonidos experimentales hasta volver a su estado sólido anterior. No por casualidad se le pudo escuchar a Gane,  cómo hacía una prueba de guitarra con el “Planet Claire” de B-52’s. Openness…es una palabra que se le pudo escuchar claramente a Letitia en uno de sus speeches..que también se marcó un baile flamenco de unos segundos, mientras Gane tocaba su funk guitar de outer space. No fue un concierto de lo más complaciente, ni falta que hacía, con canciones de más de 10 minutos como “U.H.F. – MFP”, que dio paso al hit de “Miss Modular”, cómo Stereolab abrió puertas al pop electrónico retrofuturista de bandas insignes como Broadcast, también puede ser algo pasmoso y a tener en cuenta, en géneros que despuntaban a mediados de los ‘90.  Stereolab, que no olvidemos, llegó a compartir dos discos con Nurse With Wound, uno de los grandes proyectos pioneros de la experimentación más oscura, infrarrealista e industrial; tienen mucha facilidad para hacerte sentir en otro planeta, a base de sorpresas, por eso no era raro que Sadier, tocando un Korg color madera, pandereta, shaker y vestida de traje violeta, acabase una canción con un ritmo de su descascarillada guitarra de rock del desierto, de buenas a primeras, o que hiciera gestos circulares con las manos hacia dentro.

Hubo partes en que se escuchaba a la fiera del wah – wah guitarrero en un delirio sónico casi completamente a oscuras, en algo así, como un krautpoprockpsychnoise, todo en un mismo tema, hablamos de la canción “Harmonium”.

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Hubo algunos cantos de sílfide por parte de Sadier, de los cuales también tuvo apoyo de su bajista, Simon Johns, en el momento que Laetitia anunció la última canción, toda la sala manifestó su descontento generalizado, después de los más de 9 minutos de “Super-Electric”, cayó otro superhit como “French Disko”, y terminarían con la interplanetaria “Simple Headphone Mind” realizada con el ya citado Nurse With Wound que mezclaron de forma imperceptible y sin voces con  Excursions Into “oh, a-oh”. Concierto perfecto del que todos nos fuimos felizmente, y del que a título personal, solo echaría en falta “Cybele’s Reverie” que me obsesioné conque la tocarían esa noche, debido también, a la cercanía de la misma diosa Cibeles en Madrid.

Laetitia Sadier se despidió con un “mucho amor” en la que se le veía honestamente emocionada…

 

Foto: Cristian Bertrand / Primavera Sound

Sebensuí A. Sánchez

Khaös de Mago, poeta palabrista, filósofo imberbe, melómano colector desde que tenía 10 años. Ya daba patadas antes de salir a la luz, le contaba su madre, cuando en casa se ponía el “The Dark Side of The Moon”.