RIDE (Sala BUT, Madrid)
Cuando una noche te tropiezas entre el público de un concierto con toda una generación de la que no formas parte e incluso te queda bastante lejana siempre es chocante. Te sientes como un investigador del FBI adentrándote en un barrio chungo en busca de evidencias de un delito y que no sabes muy bien que haces ahí rodeado de personas que viven una realidad y pertenecen a un mundo distinto al tuyo. Una sensación parecida es la que tenemos todos los que pertenecemos a la generación de los 90 o 00 cuando disfrutamos de un concierto de RIDE, uno de los grupos británicos cuya popularidad siempre estuvo circunscrita a la escena underground y que moviliza a tardocuarentones y cincuentones de todo el mundo en peregrinación hacia sus conciertos en festivales o salas.
Ni siquiera durante el show de los teloneros Crushed Beaks, unos jovenzuelos muy en la onda de bandas como The View, la situación varió. “Feelers” fue una buena carta de presentación.
La evidencia de que quizá aquel no era nuestro lugar aquella noche pronto se hizo palpable nada más arrancar el concierto. Un grandullón que parecía el hermano de Thomas Gravesen empezaba a bailar arrítmicamente y de forma bastante infantil en las primeras filas, imaginamos, rememorando su juventud mientras empezaba a sonar los primeros acordes de “Jump Jet”, uno de los temas que forman el último trabajo de RIDE, “This Is Not a Safe Place”, pero cuyo ritmo parecía rejuvenecer el espíritu hasta del viejo guiri borracho más molesto de toda la sala. Precisamente lo que caracterizan a varias de las composiciones de su último disco son los guiños al pasado más glorioso, como en “Future Love”, este de corte más pop.
Poco después, lejos de mejorar la situación, se recrudeció gracias al tema más emblemático del repertorio shoegaze de toda la discografía de la banda, “Leave Them All Behind”, que formó un muro de sonido perfecto que logró cautivar hasta al asistente más escéptico. Andy Bell y Mark Gardener son una alianza artística perfecta, y en cada uno de sus directos se encargan de recordárnoslo. Los empujones y gritos vintage por unos minutos desaparecieron por completo. Placer.
Como era de esperar, el setlist estuvo fuertemente marcado por el nuevo disco, interpretando otros cortes como “End Game”, “Fifteen Minutes”, “In This Room”, “Repetition”, “Kill Switch” o la hermosa “Shadow Behind the Sun”, donde con apenas una guitarra y las voces de Mark y Andy hicieron soltar alguna que otra lagrimilla al true fan.
Tampoco faltaron cortes de “Weather Diaries”, el trabajo con el que RIDE regresaba a la primera plana mundial en 2017 tras una sequía discográfica bastante pronunciada. “Charm Assault” y “All I Want” cumplieron perfectamente, no desentonaron, pero lo de “Lannoy Point” en directo es difícilmente igualable. Quizá estemos ante la composición más brillante de Andy Bell y Mark Gardener desde 1992. Un sonido fresco, un riff altamente adictivo y una atmósfera noventera como receta del éxito.
Pero uno de los aspectos que quedó perfectamente reflejado a lo largo de la hora y media larga de concierto en Madrid es que sus temas más aplaudidos por el público siguen siendo aquellas obras maestras de comienzos de los noventa que se coleccionan en sus dos álbumes fetiche: “Nowhere” (1990) y “Going Blank Again” (1992). Así, vivimos momentos brillantes con la estupidez juvenil de “Taste”, la tormenta perfecta de “Dreams Burn Down”, el himno atemporal de “Vapour Trail” o el mejor cierre de fiesta posible con “Seagull”.
En Madafackismo Underground hemos podido comprobar in situ como RIDE están atravesando un enorme estado de forma. Una pena que sus fanses más ortodoxos y descerebrados a veces no permitan disfrutar de sus conciertos en toda su plenitud.
Texto: Brais Iglesias Castro @bricepinkfloyd
Foto: Luis J. Córdova
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