Arctic Monkeys – “Tranquility Base Hotel + Casino”
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8/10
Portada
“We’ve got five years, stuck on my eyes / We’ve got five years, what a surprise!” Era 1972 cuando David Bowie cantaba estos versos al final de Five Years, la primera canción de su fascinante The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. El disco respiraba innovación, eclecticismo y cómo no, una clara fijación con el universo alienígena y la ciencia ficción.
Cinco años es también lo que hemos tenido que esperar para que los Arctic Monkeys nos sorprendan con un nuevo disco. En 2013 el cuarteto de Sheffield publicaba AM, su álbum de mayor éxito hasta la fecha. Y después de esa gira, silencio sepulcral. Por supuesto, los fans más acérrimos de Turner & co aún podían seguir un poco su pista con los proyectos paralelos del vocalista (The Last Shadow Puppets, Alexandra Savior), pero nada podía decir con exactitud cómo sonarían los Arctic Monkeys del futuro, si es que había un futuro.
Lo que nadie pudo anticipar es que cuando volvieran, lo harían con un disco tan rupturista y diferente que dividiría la opinión pública a apenas horas de su publicación. Tranquility Base Hotel & Casino (2018) es el disco que marca el retorno más esperado de Arctic Monkeys, pero también supone el cambio más inesperado. Las guitarras dejan paso a los pianos, los estribillos pegadizos a las estrofas largas y caóticas, el rock británico despeinado al casi soul californiano y el protagonismo instrumental al protagonismo de su vocalista: Alex Turner.
“I just wanted to be one of The Strokes” susurra al micrófono Turner nada más empezar Star Treatment. Con esta simple frase consigue atrapar a quien está al final del altavoz, y no lo suelta hasta “but i haven’t stopped loving you once”, la última frase de The Ultracheese. Entremedio divaga sobre artes marciales, cohetes, evasión, nostalgia, y hasta le echa la bronca a alguien por no haber visto Blade Runner.
Sus letras son puro flujo de consciencia, y quien lo escucha se zambulle por completo en sus pensamientos. La voz de Turner se mueve más confiada y electrizante que nunca y es el foco absoluto de cada canción. Todo lo demás es secundario. Como consecuencia, uno a veces se olvida que está escuchando un disco de Arctic Monkeys, y parece estar ante un disco en solitario de Alex Turner. Para más inri, las melodías recuerdan a Nick Cave, Leonard Cohen y David Bowie, algo que los aleja aún más del formato “indie rock guitarrero” en el que llevaban tantos años encasillados.
Bowie es una de las inspiraciones más claras del Tranquility Base, y es por eso que he empezado la reseña haciéndole referencia. El disco da aires setenteros y una clarísima mirada nostálgica al rock clásico (Pet Sounds, Pink Floyd), pero dicha inspiración se ve aún más clara en el concepto. Turner parece comprender y recrear la obsesión con el espacio y la ciencia ficción de Bowie. Desde el título del álbum (Tranquility Base es como apodaron la patrulla del Apollo 13 a la base lunar) hasta en las propias letras (en Four Out Of Five hace referencia a la base Clavius de Odisea 2001), todo parece ser un meticuloso laberinto de referencias que nos llevan en un viaje sideral por la Luna.
A estas alturas ya no cabe duda que esto es lo más cerca que han estado de un “disco conceptual”. Es su disco más difícil de digerir y a su vez el más creativo e inconformista que han hecho. Es monótono si lo escuchas de golpe, y a la vez no puedes disfrutarlo en su totalidad si lo escuchas de forma salteada. Hay que escucharlo varias veces para “pillarle el gancho” y para poder separar una canción de otra, ya que se entrelazan perfectamente.
Dinámicas aparte, la melodía de las composiciones es innegablemente bonita. Desde One Point Perspective y Four Out Of Five, probablemente las más parecidas al sonido del AM, hasta Golden Trunks (su sonido más Humbug), buscan desafiar los límites de su estilo. Experimentan con el falsete en Tranquility Base Hotel and Casino, la canción hablada en Star Treatment y se acercan peligrosamente a la frontera sonora con The Last Shadow Puppets en She Looks Like Fun, pero siguen sin abandonar el aire sombrío y sensual que tanto caracteriza el sonido de los Arctic Monkeys durante temas como American Sports o Batphone.
El broche final lo pone The Ultracheese, balada arrebatadora sobre el tempus fugit. Fundido a negro. El disco termina y no sabes muy bien dónde estás, ni qué es lo que acabas de escuchar. Pero sí te da la sensación de que has pasado los últimos 33 minutos en un espacio diferente y en la cabeza de otra persona. En un viaje espacial que te traslada a Las Vegas en los años setenta, a los casinos y las noticias del Apolo 13.
¿Es esto lo que los fans de Arctic Monkeys esperaban? Seguramente no, pero aquellos que esperaban una parte dos del AM las tenían todas de perder, porque Arctic Monkeys nunca hacen dos discos iguales. El cambio que supone Tranquility Base es chocante, pero no imprevisible. Ya había empezado a producirse con Humbug (2009) y reforzado durante los dos discos siguientes. Esto no era más que el último golpe, pero es sin lugar a dudas su golpe más maduro.
Es un disco conceptual, espacial, adulto y rompedor. Alex Turner muestra su lado más inconformista y se convierte en una esponja de creatividad imparable, que absorbe los sonidos de su entorno para plasmarlos en disco. Encantará a aquellos que reciban con los brazos abiertos el experimento y el cambio radical, y en cambio, no gustará a aquellos que busquen encajarlo en su imagen preconcebida de los Arctic Monkeys. Pero, como ya decían ellos en 2006, Who the fuck are Arctic Monkeys?