Naves del Matadero presenta “El Matrimonio del Cielo y el Infierno”
Instituto Stocos. Del 14 al 22 de abril, Nave 11 (Fernando Arrabal)
Si Antonin Artaud hubiera estado vivo le hubiera gustado, sin lugar a dudas, esta obra del Instituto Stocos, no sólo porque se basaba en la obra del poeta místico inglés William Blake, y en una obra en concreto que sirvió de referencia a algunos de los artistas del siglo XX más importantes como fueron Jim Morrison o Aldous Huxley con su concepto de la apertura de las puertas de la percepción. Al teórico francés de la dramaturgia que renovó la historia del teatro con su ideología sobre un “Teatro de La Crueldad” hubiera aceptado la obra de “Matrimonio del Cielo y El Infierno” como lo que Artaud consideraba verdadero teatro, un teatro metafísico, en el que habían trozos de piel sobre el escenario, e imitador del primer teatro griego que representaba el Magnus Teatrum Mundi, una lucha entre dioses y/o energías, una representación abstracta y visceral de la realidad que captamos con el sexto sentido estomacal de la intuición subrepticiamente.
La obra empezó con una voz en off que decía un verso de Blake ‘The road of excess leads to the palace of wisdom ‘, una vez pronunciada la frase se sampleaba la palabra excess, deformándola hasta tal punto que sólo oíamos Sex, Sex, Sex para terminar con un monosilábico X,X,X. La obra compuesta por 8 actores – bailarines que salían de las sombras, y cada uno de ellos perdido en su mundo con un lenguaje privado formando en conjunto un circo de la extrañeza. Podíamos ver a uno de los actores de barba pelirroja y aspecto extranjero como estaba recostado en el suelo con el dedo señalando al cielo (de la misma forma en que terminaría el actor su papel), As Above, So Below diría la filosofía hermética…Tras una invisible pantalla electrónica pudimos ver luego a un hombre de fuego y veíamos como ese fuego se trenzaba en el aire como una enredadera de ADN en llamas, y con fuego también se formaban las palabras Energy – Reason, para luego terminar llevándose a uno de los actores recogidos sobre sí mismo, cansado quizás de producir fuego con la energía que produce la verdad, este mundo decía Heráclito, es y será ‘fuego eternamente vivo’..
Movimientos imposibles y robóticos como una ópera expresionista rusa donde desafían el equilibrio humano, posturas antinaturales que se convertían en naturales, en un ballet méchanique; casi un 50% de la obra podríamos decir que fue el componente musical, música deconstruida electrónica à la Autechre que actuaba de forma rigurosa en el baile espasmódico de los actores; uno de los actores se acerca a un grupo hierático de 5 bailarinas y empieza a comunicarse con ellas sin tocarse, mientras cada una responde como una muñeca de vudú a la que le da cuerda, de fondo oíamos la palabra reason sampleada que se conjuntaba con el fluido deslizante que habitaba entre el cuerpo y el sonido, todo esto con una música orgánica, fría y dura, rozando lo industrial, haciendo que los cuerpos fueran sólo organismos pluricelulares pugnando ¡Dios sabe qué!, esa unión de los opuestos que preconizaba Blake, una lucha dual por la evolución que se ve en cada rincón del universo, el polemos creador del que hablaba Heráclito.
Vibraciones sonoras, eructos electrónicos, un juego de tenis en el espacio megro y vacío donde luchan los cuerpos entre un amor y odio incesante, uniéndose y separándose sin solución de continuidad, caras y cuerpos deformes nos miraban desde un oscuro escenario de suelo blanco, un bailarín abre su mano, más Proverbios del Infierno: ““He who has suffered you to impose on him knows you.” Uno de los actores toca con un dedo la cabeza de otro actor ataviado con falda y se desvanece, apgándose poco a poco la luz y apareciendo unas líneas paralelas de color blanco de fondo, una pareja de actores se enrolla sobre sí mismo y otra hace un baile en el que se convierten en hervidero celular, en caldo cósmico, bailes campales de cuerpos que se impregnan unos de otros transfiriéndose información, uno se arma y el otro se desarma solo.
Llegamos al elemento primordial de la vida: El Agua, aquí los actores se transformaron en líquido elemento cubiertos de paneles líquidos, y donde podíamos ver la frase ” 5 Senses”, cortinas de agua caían sobre los danzantes con fondos de agua 3D adornando otro verso de Blake que decía “Expect poison from the standing water” , bailarinas bailando tras un telón de agua, tras otra bailarina que se encontraba en un cubo de agua, comunicando el movimiento sinuoso del agua, más tarde pudimos ver cómo los actores se lanzaban agua electrónica en una simulación tridimensional.
Con una tinta negra sanguinolenta pudimos ver el título de la obra que se derretía en la pantalla “Marriage of Heaven and Hell”; conversaciones en un baile corpóreo de voces en lengua ignota, una bailarina con el cuerpo al revés nos miraba bocabajo en un equilibrio antigravitatorio y obsceno, para luego aparecer más versos del poeta metafísico que veía ángeles de niño, y que en los años sesenta se le apareció al poeta norteamericano Allen Ginsberg, saliendo el poeta desnudo a la calle gritando que Dios le había hablado por boca de Blake….disgresiones aparte, el verso era When I came home; on the abyss of the five senses, where a flat sided steep frowns over the present world…La palabra “World” apareció en el suelo del escenario, el actor pisa la letra y la esparce por el suelo; otra de las múltiples imágenes sugestivas que pudimos ver fue el de unas mujeres que conjuran un ” Ojo de Agua” para luego dejar solo al actor masculino con la creación de ese ojo acuático cual energía de la conciencia – espía ultraterrena creada por las diosas-madres.
De fondo en la pantalla podemos ver palabras como excess, sorrow, joy, impregnate, laughs, delight…Otro verso en off de Blake nos hechiza: is an immense world of delight, closed by your senses five?. Es otro intento de desarreglar los sentidos como lo quería Rimabud en pos de la videncia sobrenatural. Músicas fantasmagóricas, voces crepitantes, y género IDM (normal que hayan actuado en el festival de músicas avanzadas del Sonar) era la banda sonora perfecta del compositor Pablo Palacio para una danza elástica en la que daban la impresión de que se estiraban en la punta de sus miembros o se replegaban hacia sí, esta tecnología interactiva entre danza, gesto y música es la llamada ‘motion composer’, música de motor y voz ritual, sinestésica, entre letras de sangre y cuerpos objetuados que proyectaban sombras con las que bailar en derredor. También hay que mencionar el uso de luces infrarrojas que se movían por casi toda la sala al ritmo de las manos que las guiaban y de la futurista música. Magistral obra, liderada por el compositor Pablo Palacio y la coreógrafa Muriel Romero con un rompedor equipo, emocionante y avant – garde, que hacen que el teatro siga siendo una fuerza única, una entidad viva que hace saltar los fusibles del mismísimo Cielo.
Texto: Sebensuí A. Sánchez
Fotos: J. C. Arévalo
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