Crónica: Atlantic Fest, consolidación de un nuevo formato
Primera edición de un Atlantic Fest, que partía con la condición de nuevo festival, pero que para New Live Producciones, la promotora de esta edición y parte escindida de la antigua organización del Festival Do Norte, no se consideraba como tal. Con Toño Caneda al frente del proyecto de New Live, quien venía siendo el director del festival desde sus inicios, la de este año representaba la tercera edición en la Illa de Arousa, quinceava edición si contamos los años en los que el festival también se celebraba en Vilagarcía de Arousa.
Con todo dicho ya sobre los incomparables encantos del entorno que acogía el festival, cabe destacar, por comentado entre los asistentes, cierta novedad revolucionaria en los horarios del festival, adaptando los mismos a los que ya existen en otros festivales en Galicia como el Sinsal o el Festival de la Luz. Horarios caóticos para algunos, acertados para otros. Horarios que iniciaban los conciertos del recinto principal a eso del mediodía del sábado, con parones en la programación musical solapándose con conferencias, showcases y hasta actividades náuticas y gastronómicas. Tendremos que hacernos a la idea de que el Atlantic Fest obedece a una nueva era que deja atrás los restos de aquella oda a la postmovida viguesa y a la época dorada de las discotecas coruñesas, en la que los djs del festival comenzaban su programación una vez cerrado el recinto a eso de las 4:00h de la mañana en los pubs del puerto de Vilagarcía, habiendo pasado aquello a mejor vida. Bastante mérito ha tenido ya por parte de la organización mantener el formato durante doce años, convocando a lo que quedaba de Aerolíneas Federales en la edición de 2013, banda de pop que en los 80s empezaron ensayando en casa de la estilista viguesa Mara Costas, dándose a conocer al mundo desde una peluquería. Después vino el derribo del scalextric de Lepanto, el hermanamiento con la movida madrileña, el cierre del Tatraplan, los 90s hicieron el resto hasta llegar a la decadencia de un movimiento social necesario en una época, que dejó grandes reminiscencias, entre ellas las promovidas por las que un día se conoció como Festival Do Norte y que terminaron por reconducir hacia el momento global y de programación europea en el que nos encontramos ahora.
Con buen tiempo, esta vez, sin rastro de lluvia en ninguna de las jornadas del festival. Era la primera vez en los tres años que el festival se lleva celebrando en la Illa, que la lluvia no hacía acto de presencia. Con ligeras modificaciones también en cuanto al formato del festival, este año el recinto sólo se utilizó en la jornada del sábado. La jornada previa del viernes comenzaba fuerte y quizás con uno de los conciertos indispensables este verano, tras su paso por las dos últimas ediciones del Sonar, El Niño de Elche actuaba en un auditorio con una propuesta valiente mezclando en una rave flamenco y tecno-protesta. No se me ocurre nada mejor para iniciar un festival.
Mención aparte también merece la programación del escenario Jagger, conciertos íntimos repartidos por las tascas del pueblo en los que ya de viernes, Pantis hacía entrar en calor a los congregados en la Taberna Dos Baláns, entre bufandas de peñas celtistas el Ex-Telephones Rouges, Rubén Domínguez, con bases disparadas desde el teclado y una guitarra desgarraba una detrás de otra epístolas psicodélicas a medio camino entre Nudozurdo y Kraftwerk. A continuación a unos pocos metros de distancia, en el Con Do Moucho las gallegas Bala protagonizaban el cierre de la noche, presentando en la Illa su Human Flesh (2015) probablemente uno de los directos más aclamados en Galicia desde la salida del álbum y lo que les queda en el verano de 2016. Abarrotaron un bar donde unas afortunadas ochenta personas entre sudores y sonrisas disfrutaban del grunge-pop sucio de las gallegas, sabiendo que al día siguiente saldría el sol, mientras mas de cien asistentes al festival se quedaban fuera del local, a pie de calle, incidencia que la organización debería hacerse mirar, algo que parece tan solucionable como solapar conciertos.
El sábado comenzaba a eso del mediodía en el recinto principal con una programación de lo más sugerente artísticamente hablando. El trío italiano Be Forest daba inicio a los conciertos, dando buena cuenta de su albúm Earthbeat (2014), dejando claro que el shoegaze hoy en día sigue siendo una propuesta tan válida como cualquier otra. A eso de las dos de la tarde, ya con la carpa llena hasta media altura, entre bocadillos de los food trucks, Nacho Vegas amenizaba el almuerzo con un concierto ligeramente mas acústico de lo habitual, sólo con acompañamiento de una guitarra, percusión y el ya famoso coro Al Altu La Lleva iban desgranando perlas de su último disco Resituación, mezcladas con las canciones del EP Canciones Populistas. Canción para la PAH, La Gran Broma Final, Amenme, Soy un Liberal (“..de los que votan a ese partido que empieza por “C”“) y así llegábamos a los postres.
Por la carpa del aparcamiento de la praia del Bao pasaron un Xoel desmejorado artísticamente desde su vuelta de Sudamérica y un Cooper que sigue más optimista que nunca. Que gusto ver interpretar en directo canciones mods de hoy y de siempre cuando quien las canta es Alex Cooper, y encima deseando el mejor verano posible a los allí congregados.
Entre sesiones chill y house de los djs transcurría la tarde (acierto éste de la organización) cuando a la misma hora en que el sol empezaba a esconderse por la ensenada Da Brava Tindersticks subían al escenario principal presentando The Waiting Room (2016). Igual no era la mejor hora, ni el lugar para llevar a cabo una interpretación pausada e instrumental de las características como la que ejecutó Stuart Staples (vocalista de la banda), quizás el público echaba de menos en la interpretación de ‘We Are Dreamers’ a Jehnny Beth vocalista de Savages que interviene en varios cortes del nuevo disco, pero si el año anterior dijimos de Neil Halstead que probablemente había sido el mayor artista que había pasado por las ediciones del Festival Do Norte, esta afirmación se queda corta con Stuart Staples y así lo reconoció también el público siendo el concierto de Tindersticks el único instante del festival en el que enmudecía por completo la carpa. Ya entrada la noche el cantautor sueco de raíces argentinas José González comenzaba con unos minutos de retraso su presentación del álbum editado en 2015: Vestiges & Claws, sólo acompañado por su guitarra y por una silla, lo que no deja de tener mérito. La propuesta psicodélica de los estrafalarios Temples con su Sun Structures (2014) daban por finalizados los conciertos de un recinto que se mantuvo vivo hasta bien entrada la madrugada.
En definitiva, un cartel sobradamente válido, con un formato de horarios diurnos recién estrenado en esta edición, y una carpa que se echaba de menos desde los tiempo en que el festival se celebraba en Vilagarcía, que vino muy bien esta vez para protegerse del sol, en una ubicación, la Illa que va para el cuarto consolidada totalmente como propuesta de ocio a todos los niveles.
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