Alt-J (Sant Jordi Club, Barcelona) | Puro misticismo
Entendemos por misticismo “un estado extraordinario de perfección religiosa”, un término un poco superlativo para referirse a conciertos, pero que en este caso puede encajar a la perfección con lo que vendría a ser un concierto de Alt-J y en concreto, el que ofrecieron en Barcelona el pasado 8 de enero, en el Sant Jordi Club. El espectacular juego de luces mezclado con una calidad de sonido impecable y una elaborada selección de sus mejores temas hicieron del concierto una verdadera delicia y demostraron que Alt-J están escalando hacia lo más alto con cada disco y que no, no decepcionan.
Que, en sus ocho años de carrera, Alt-J nunca hubieran pisado Barcelona de gira por salas tiene crimen. Sobretodo teniendo en cuenta la frecuencia con la que asisten a festivales españoles. Por eso, cuando el pasado agosto anunciaron que su gira de presentación de RELAXER (2017) pasaría por Barcelona y Madrid, la expectación estaba más que servida. Faltaba sólo un mes para los conciertos cuando Last Tour International colgó el sold out de ambas fechas, y la mañana del concierto ya empezaba a formarse una cola de fans entusiasmados en las puertas del Sant Jordi. La pregunta era si sabrían sorprendernos en sala de la misma forma que lo hacen en los discos.
RELAXER (2017), el tercer disco de estudio del trío de Leeds, presenta una clara evolución musical hacia sonidos más oscuros e instrumentales más minimalistas. Pero por mucho que evolucione su sonido, la puesta en escena no suele traer muchas sorpresas: y es que Alt-J tienen fama de permanecer robóticamente quietos en directo, hablando lo mínimo necesario y rigiéndose estrictamente al setlist. Esta aparente frialdad sobre el escenario podría llegar a confundirse con sosería de no ser por la increíble elegancia de sonido y calidad de directo con la que compensan su rigidez, y Barcelona puede dar fe de ello.
De tour les acompañaba la cantautora inglesa Marika Hackman, cuya voz podemos escuchar al final de la entrañable balada Last Year, uno de los temas del RELAXER. Durante la media hora que duró su set, Hackman presentó algunos de sus mejores temas de su último disco, I’m Not Your Man, y dejó más que claro que vamos a recordar su nombre de cara a los próximos años. La dulzura de su voz contrasta con la potencia grunge de sus guitarras y crea una atmósfera que atrapa con facilidad. Tanto que, sin darnos cuenta, a los pocos minutos ya estábamos coreando las contagiosas melodías de My Lover Cindy, Apple Tree o Boyfriend.
Cuando Hackman abandonó el escenario, cayó un enorme telón que dejó relucir el elaborado set de luces que Alt-J llevaban consigo en esta gira. Algo nos decía que este concierto apuntaba a más que cualquier gira previa. Y así fue. Puntuales como un reloj, Alt-J entraron al escenario ante un mar de gritos y aplausos, en vez de seguir la pauta de los conciertos del año pasado y arrancar con la balada 3WW, dejaron al público boquiabierto cuando empezaron a sonar los salvajes ritmos introductorios de Deadcrush. A este potente inició siguió la aún más enérgica Fitzpleasure, y cuando el público estaba en la cumbre de los saltos y bailes llegó Nara para emocionar con sus exquisitas melodías.
Así, Alt-J fueron intercalando momentos de máximo nirvana (y dolor de cadera al día siguiente) como In Cold Blood, Something Good, Every Other Freckle o Hunger Of The Pine (esta última no la tocaban en nuestros escenarios desde 2015) con temas más melancólicos como The Gospel Of John Hurt, Dissolve Me, Bloodflood, o Matilda. Matilda se convirtió en uno de los momentos más íntimos y emotivos de la noche, fue calurosamente recibida por el público y por Joe Newman, el vocalista, quien introdujo brevemente la canción animando en todo momento al público a seguir la letra, cosa que no dudaron en hacer.
Pero si hubo una canción que consiguió emocionar por encima de todas las demás, esa fue Pleader. El tema que cierra RELAXER es una oda a la película “Qué verde era mi valle”, pero melódicamente es mucho más que eso: es una explosión instrumental de cuerdas y coros que va in crescendo y que pese a su complejidad, supieron calcar a la perfección en directo. A todo esto añadimos el previamente mencionado espectáculo lumínico, que se intensificaba con la música, y que hacía casi imposible no quedarse embobado mirando el escenario.
Acabadas dos de sus canciones más aclamadas, Taro y Left Hand Free, la banda abandonó el escenario, pero volvió al cabo de unos minutos ante la calidez del público. Pusieron el broche final con la Intro de su primer álbum, su reciente éxito 3WW y su tema más contundente (bailado hasta la locura) para rematar: Breezeblocks. Uno de los grandes aciertos del concierto fue, justamente, poner una balada como 3WW hacia el final en vez de al principio, ya que es una canción de arranque lento, pero increíblemente melódica, delicada y bonita. La primera posición apenas permitía saborearla como es debido, pero la penúltima les dio un cierre triunfante.
A medida que Alt-J abandonaban el escenario, seguían resonando en las cabezas del público esos versos de Breezeblocks que habían coreado hasta quedarse afónicos, y que eran tan adecuados para el final del concierto: “Please don’t go! I love you so!”. Y es que esa noche de enero Alt-J dejaron claro al público barcelonés que no sólo pueden ser los reyes de los festivales, sino que también saben hechizarnos con experiencias en sala verdaderamente mágicas, incluso mejores que lo que hemos vivido con ellos hasta ahora. Y que siga el ascenso.
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