Inheaven (Razzmatazz 3, Barcelona)
Este fin de semana arrancaba con una propuesta musical sumamente interesante: el primer paso por salas españolas de Inheaven, con fechas el Barcelona y Madrid. El viernes, Barcelona anochecía y la sala Razzmatazz 3 abría sus puertas para dar lugar al concierto del cuarteto londinense, que además venía acompañado de la banda local Muñeco como teloneros. Nada más entrar en la sala, era más que obvio que estaba más vacía de lo que una puede esperar de una banda inglesa joven con el potencial de Inheaven. También se fue obviando que el perfil de los asistentes era mucho más casual que devoto, teniendo en cuenta que de entrada igual ni llegaba a los 50 asistentes, y que si a esta cifra le restamos miembros de la organización, teloneros y acreditados de prensa, igual ni llegaban a los 30. Aún así, nada de esto iba a impedir a la banda descargar toda su energía sobre el escenario, o al menos intentarlo.
Rozaban ya las ocho y media cuando los teloneros empezaron su set. “Somos Muñeco y no tenemos micro” decía, entre risas, su lead al principio del concierto, y es que efectivamente, Muñeco es una banda íntegramente instrumental, formada por una batería, un bajo y tres guitarras. Pero para ser sinceros, tampoco necesitaban micro alguno para llenar la sala de sonido satisfactoriamente; al menos ni que sea la primera mitad del set.
Con sobriedad y confianza, Muñeco desenfundaban su repertorio de temas oscuros y de duración considerablemente larga que exploran el shoegaze el psych-rock y el grunge. La primera media hora de set se sustentó con fuerza y cierto gancho, alcanzando su clímax al final de la media hora cuando un sintetizador se unió al repertorio instrumental, dando un toque de electrónica a sus guitarras, y creando un microclima cósmico. De todas formas, el set casi llegó a la hora, algo realmente arriesgado tratándose de el grupo telonero, y tal y como nos temíamos, terminó volviéndose un poco monótono y perdió consistencia hacia el final.
Inheaven, por suerte, no pecaron de monotonía ni sobriedad, sino más bien ganaron en todo lo contrario: aún cuando el público escaseaba, se mantuvieron al pie del cañón animando, saltando, sacudiendo las melenas, y cantando con la misma intensidad como si fuera un estadio agotado. Si algo empobreció el concierto fue la falta de ambiente, pero eso estaba fuera del control de la banda y, en realidad, de todos los presentes.
El contraste de la dulce pero rapaz voz de la bajista Chloe Little, un tono que a veces puede recordar a la de la ecléctica Ellie Rowsell, se mezclaba con las vocales oscuras del guitarrista James Taylor, creando un contraste realmente magnífico. Sus letras son punzantes y sus riffs un grito de guerra que parece teletransportarnos a la escena punk de los años 70. Su set arrancó con una buena traca de sus temas más conocidos, como Bitter Town, Stupid Things, Baby’s Alright, Vultures y World On Fire, que tocaron seguidas. Y aunque se dejaron un par de platos fuertes para el final, como Treats y Regeneration, en ocasiones pudo dar la sensación de que el setlist había quedado desequilibrado, y la fuerza melódica de los primeros temas costaba de igualar durante el grueso del concierto.
Pero sólo hacía falta verlos soltar energía por lo poros para sentirse, momentáneamente, atrapado por sus vibraciones punk y dejarse llevar. Tal es que la mayoría del público no parecía haberse aprendido sus temas, y aún así, muchos se lanzaban a tararear, o seguir el estribillo con la banda. En concreto, destacaban dos jóvenes de la primera fila que se atrevían con todos los versos y parecían cantar cada canción como si fuese la última. Gratamente, su dedicación obtuvo una recompensa. Llegaba ya la Regeneration cuando el grupo accedió a subir a estos dos chicos al escenario, y con la llegada del último estribillo, a modo de clausula, los dos jóvenes se animaron al escenario a cantar a pleno pulmón con la banda, que sonreía satisfecha.
Qué sabor dejó Inheaven el pasado viernes, entonces? Si bien no decepcionaron, sí dejaron entrever que aspiran a un formato mayor, y que quizás es cuestión de tiempo que los veamos en una sala más llena. Y es que tras un concierto de energía inigualable y un espíritu punk resucitado, la potencia de Inheaven quedó, por mala suerte, parcialmente eclipsada por el escaso éxito del aforo. Era quizás, demasiado temprano para traerlos, o su concierto requería más insistencia en la promoción. Sea como sea, el caso es que punk no parece estar del todo muerto, Inheaven saben recuperarlo en la actualidad y seguramente habrá que darles un poco de margen para que nos lo demuestren. Hasta entonces, les esperaremos aquí, con el cuero y las tachuelas a punto, y con muchas ganas de que nos sigan sorprendiendo.
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