Peaches + Black Cracker (Sala Joy Eslava, Madrid)
Sábado 3 diciembre 2016, 21:00 horas
Organización: Giradiscos /Houston Party Music
Este pasado sábado asistimos a la actuación de Peaches, una de las reinas del electroclash, el rap electrónico y también decir una apologista de la liberación sexual en clave de humor. El espectáculo de Peaches comenzó tras un público que ya andaba enardecido tras el telonero estadounidense Black Cracker, un rapero con un estilo personal que sorprendentemente ha sacado un disco con el vocalista de Einstürzende Neubauten, Blixa Bargeld junto a otro músico llamado Kiku el año pasado.
Lo primero que vimos sobre el escenario en la actuación de Peaches, fue una especie de animales peludos parecidos al Yeti o unas fregonas humanas en su defecto, dicho sea de paso, limpiaron un poco el escenario antes de que saliera Peaches a escena para presentar uno de los más bizarros espectáculos que al menos yo he visto sobre un escenario, y es así que apareció la cantante ataviada también de un grueso traje peludo con una vagina en la cabeza con una canción que incita al rozamiento cárnico llamada “Rub”, probablemente es difícil oír a una artista en el que la palabra fuck o pussy sea tantas veces repetida en una canción. Gestos procaces a tutti plein, mostró su flexibilidad en repetidas ocasiones por ejemplo mientras cantaba y se iba abriendo de piernas hasta caer completamente al suelo, o mostrando su trasero peludo al público, momentos de máxima euforia para el público.
Con una chuleta que tenía escrita nos enseñó una palabra nueva que había aprendido del español y que no era otra que la palabra “Coño”, al psicoanalista y filósofo francés Jacques Lacan que decía que la ética de los seres humanos era sexual se le hubiera caído el pelo en este concierto. La atlética Peaches llegó a cantar de espaldas con una mano apoyada en el suelo. En la canción dedicada al rejuvenecimiento vaginal y en la crítica soterrada que hay a todo el mundo estético-sexual en general que es “Vaginoplasty” pudo cantar a pleno pulmón con el público que repetían con ella “Nasty!,Nasty!,Nasty”. Atrás quedaron los tiempos en que hacía disco-decadente con Gonzales, este último terminaría siendo compositor y tocando el piano ante auditorios. En el tema electrorock con algún sampler guitarrero que es “Talk To Me” le puso el pie en el hombro a un tipo para luego empujarlo con su bota (más tarde le lamería la mano a este icono de la lujuria). Con su baile sexy y sus distintivas ingles sin depilar acariciábase uno de los 5 pezones que llevaba colgando en uno de sus múltiples disfraces que cambiaba casi por canción en un ejercicio de puro histrionismo, mientras a su lado bailaban unos go-gós que eran vaginas con pelambreras colgando por todos los lados, Peaches dio alguna cabriola hacia atrás sobre el escenario en este espectáculo a medio camino entre Sodoma y Gomorra con flexiones simulando cunnilinguis, trenes en trío con beso negro, subido sobre los gogós con cadenas como si fueran perros y otras lindezas.
Vestidos como osos polares en celo Peaches lanzaba gritos primitivos del tipo ¡Uwa-Uwa! Como una proclama de sexo primitivo, decir que los performers que la acompañaban fue casi un 50% de la actuación unos bailarines que encendían al público física y mentalmente subiendo la testosterona del personal, en una de sus actuaciones salieron ambos encadenados practicando un tira y afloja propio de las relaciones mientras Peaches con cadenas en el cuello agitaba la cabeza como una posesa sexual, para luego hacer un baile increíble los dancers con las cadenas unidas en plan urban freestyler, otro de sus atrezzos por parte de los bailarines fue el de una especie de cyberpunks con pinchos por los cuatro costados, subidones con voz rap macarra que Peaches armonizaba con una voz angelical femenina como buena osa bipolar. Luego se puso algo gótica la actuación en el que sus bailarines cuando se descubrieron por primera vez parecían demostrar que ambos eran del mismo sexo con peinados idénticos y poniendo gestos tímidos por quitarse las máscaras, se puso la cosa en plan mística cuando salieron a bailar tapados con unos velos cantando de rodillas con la bailarina con una calavera de reno tatuada en toda la espalda, mientras Peaches utilizaba una voz distorsionada bajo una luz roja mortecina. Una verdadera astracanada musical.
Divine, la cultura trash, John Waters y toda arruga es bella se congregaba en este exorcismo musical andrógino y aberrante como un canto a la imperfección y al hedonismo. Vestida ahora Peaches como una jugadora de rugby futurista en la distópica película Rollerball de 1975, echaba hombros en su traje con toda chulería y los dancers hacían tras ella un baile tipo Shiva de apocalipsis sexual, movimientos de acto carnal a cuatro patas hacia adelante y hacia atrás o como si tuvieran al amante debajo, tijeras lesbianas, y otros gestos sicalípticos en este espectáculo que comparado con los que presenta Madonna parecerían estos últimos de un colegio de monjas.
Peaches que finalmente terminó con los senos al aire tapados los pezones con esparadrapos no así los pechos de una de sus go-gós, realizó un baile persignándose junto a sus bailarines que ahora iban ataviados como una mezcla imposible entre Mad Max y un grupo de Black Metal, se recogían ahora el sudor de sus cuerpos y lo lamían. Era el momento de “Dick In The Air” y para ello literalmente extendieron un pene de plástico que recorría la sala y en el que se introdujo Peaches dentro sostenida por el público, momentos antes se había puesto a caminar sobre el público también, el pene terminó emitiendo esperma falso sobre los asistentes del fondo del escenario que lo recogían con mucho gusto y con esto y tras varios temas que hicieron bailar las dos plantas de la Joy, llegó uno de sus mejores temas que cerró el concierto antes de los bises, una canción que deberían recomendar todos los psicoanalistas “Fuck The Pain Away”, en esta canción los danzantes hacían que se masturbaban en el estribillo.
Con sendas botellas de champagne rociaron al público asistente y le dieron de beber, justo en ese momento me había agachado pero acabé mojado igual. Todo el mundo frenético para beber así como para tocar el pene de aire mientras mojaban sus labios de la emoción. Tras dos bises, en uno de ellos utilizaron ventiladores con el que olían su sudor o amenazaban al público como si fuera una pistola, el bailarín masculino empezó a dar besos en la boca a los asistentes de género con bigote y Peaches, decía que era el último concierto de su gira y así estaba con la maleta de viaje en el escenario simulando que no podía cargar con ella mientras se despedía, como ofrenda lanzó su toalla tras limpiarse el sudor, sus partes y estornudar. Una noche romántica.
Sebensuí A. Sánchez
Debe estar conectado para enviar un comentario.