Crónica: Ann Deveria y Nadja (Madrid, 16/12/15)
Sala: El perro de la parte de atrás del coche
Fecha: 16 de Diciembre del 2015
Envelope Collective, sello discográfico y plataforma musical con sede imaginaria en Madrid, es probablemente y sin probabilidades dubitativas, uno de los colectivos actuales más interesantes y/o arriesgados de la escena actual española, si se entiende por arriesgado hoy en día, simplemente no hacer música mainstream y buscar nuevas sonoridades fuera de patrones musicales o música que no imitan a…
En Envelope Collective podemos encontrar bandas como Territoire en la que colaboran hasta doce músicos, la cantante lúcida, antiheroína y sentimental Fee Reega, de Alemania, la shoegazer de guitarras tratadas Narcoleptica o los madrileños Ann Deveria, por citar algunos. Y de estos últimos Ann Deveria, vamos a hablar pues fueron los teloneros de excepción durante la noche del pasado miércoles en El Perro, del concierto de los canadienses Nadja; Ann Deveria son Ángel Mancebo y Jose Tena, quienes están a punto ya de grabar su tercera grabación… Ann Deveria nos sumió en una especie de ritual minimalista que aderezaba el ordenador, con unas baquetas de rueda de carro que hacían que sobre el timbal avanzase la estantigua hacia el cadalso, los espectadores éramos feligreses de una iglesia espacial, atmósferas vacías del negro cosmos (Atmosfear), redobles que terminaban en humo, catedrales industriales que surgen de la nada; con una trompeta de un triste Chet Baker era fácil caer en ensueños opiáceos. Al fondo de la sala estaban sentados Nadja oyendo quietamente. Tras acabar el sonido lacónico de la trompeta, volvemos a los sonidos báquicos del coro de musas convocando a los espíritus, percusiones sampleadas, guitarras con tranquilidad acústica semejan recuerdos pasados. El tema Sagre hacía una elipse por nuestras cabezas; en lontananza el druida agarra el nogal del báculo, se oye un cuerno clamando a la tormenta.
Los asistentes hablamos susurrando para no interferirnos. Poco antes de entrar me comentaron que el Monasterio del Escorial, era una de las siete puertas del Infierno, que según los rumores populares allí se encontraba, en El Escorial, y con ese motivo Felipe II, quiso sellar el lugar erigiendo ese monasterio, considerado también como el mejor laboratorio alquímico de la época. Lo cierto es que el lugar donde me encontraba con esa luz roja intensa y esta banda tocando en la parte de abajo del local, podía haber sido otro portal inframundano. El sonido aislacionista retumbaba al golpear con un palo corto sobre el metal del timbal, se acariciaba el platillo que venía conectado al timbal de forma casi imperceptible…música de embarcaderos abandonados con “Todos los ahogados” donde se podía escuchar el crujir de las cuerdas tirando de los barcos, sonidos brumosos donde navegan naos fantasmas, las guitarras de dreamrock preciosista sobrevolaban con cadencias de cascada. También se llegó a utilizar ese arco de violín sobre la guitarra que tiempo atrás popularizó Sigur Ròs. Un señor barbudo estuvo todo el concierto oscilando delante de mí como un péndulo. Friccionando el borde del platillo con el mismo arco…Sobre uno de los altavoces había un perro de peluche que le quitaba hierro al asunto. Un peculiar instrumento que utilizaron y que me trajo recuerdos de la infancia fue un tamborcito pequeño atado a dos bolitas que al moverlo golpean la cara del tambor, este instrumento musical que luego fue un juguete folklórico en nuestra civilización tiene su origen en Japón bajo el nombre de Den Den – Daiko. El concierto terminó con el lamento de ballenas en Japón de “Todos los ahogados”.
Y tras Ann Deveria, la banda que muchos de los asistentes irían principalmente a ver, se trata de los canadienses Nadja que hacía cinco años que no tocaban en Madrid, se puede decir que es una de la bandas más importantes o famosas, lo cual esto no debe ser equitativo, del llamado de tantas maneras metalgaze, ambientdoom, drone/postmetal...Con ocasión de la edición de Envelope Collective de sus ediciones de cassette llamadas Mina y haciendo esta última de Nadja la sexta referencia, tuvieron el buen hacer de traer a esta banda que se está convirtiendo en legendaria con su música de culto, también influido aparte de su música por una poderosa base mística de filosofía religiosa y un potente y mágico diseño ideológico donde descansa su música. La cinta a presentar en directo es la llamada “Tabernanthe”. Aidan Baker y Leah Buckareff, se presentaron cara al público y de espaldas al público, Buckareff, como en otras ocasiones de espaldas y divididos uno y otro por una mesa llena de pedales, resultaba curioso como los mástiles de sus instrumentos quedaban en alto y por momentos parecían rozarse formando una pirámide que con el rojo intenso como telón de fondo me hacía soñar con simbologías secretas de Twin Peaks que tanto les gusta a esta pareja. El concierto, decíamos, fue la presentación de la cinta, dos canciones de un cuarto de hora aproximadamente, que tocaron unidas, un rock eternal como unos Godflesh lo-fi, donde descubríamos capas ocultas de melodías, cinta que por cierto ya está Sold Out en Envelope Collective. A veces uno se preguntaba de dónde venía tanto sonido si sobre el escenario sólo se encontraban pedaleras y algún instrumento que probablemente no identifico, dejémoslo en el misterio, Buckareff de perfil y de espaldas durante todo el concierto se encargaba de modular los aparatos de la mesa, Baker con su barba mesiánica también manejaba dichos aparatos.
Con tan sólo dos personas, una pareja enamorada representaba a todo un ejército espiritual con eco cuatridimensional, el sonido seguía con su apabullante delicadeza; realmente asistimos a una canción sola pero que en la grabación original tendríamos que haberle dado la vuelta a la cinta. La mente por algunos instantes se abotarga y oye voces de algún coro del infierno de Dante. El sonido vibra en rojo y los espíritus animales cartesianos tiemblan en la sangre. Buckareff sigue sin inmutarse y desconocemos su rostro, el rock industrial de baja intensidad nos trae momentos de paz, donde parece que el sonido nos hace caminar hacia atrás, rebobinamos imágenes, vidas…el sonido de cuando vemos algo que retrocede a cámara rápida. Las percusiones preprogramadas graves se diluyen con guitarras lentas (milagros de la tecnología). Apoyado el pie en la barra metálica que me separa del negro escenario siento cosquillas por el cuerpo, los punteos de la guitarra de Baker despegan con sigilo, a veces la sensación es de una hecatombe nuclear bajo la alarma roja de la luz pero sin heridos auditivos, cinco focos rojos nos mantienen bajo la luz tenue que ambienta el concierto. Hemos pasado ya el primer aequus nocte del concierto y la pareja sigue estática en su ying-yang, Delante vs. Detrás. Percusiones de ecos lejanos atronan por toda la sala, el concierto es semicontrolado por una mesa negra con pedales y demás cachibaches. Baker juega con las cuerdas de la guitarra con una púa metálica de dedo bajo la cejilla, haciendo sonidos diminutos donde nacen las cuerdas, o punteos graves y lentos propios de la música Doom.
Detrás de Nadja tenían una alfombra que ocupaba gran parte del escenario pero que no pisaban en ningún momento y la pared trasera era un portal en forma de arco acolchado, tipo sanatorio, sin puerta. ¿Era esta la puerta del infierno que quería sellar Felipe II?, bromas aparte, decir que el imperio sonoro de Nadja se alzó sobre nosotros como un pájaro de fuego chillando, entre decenas de pedaleras y aparatos que modifican el sonido que no identifico crearon un ritmo para volar donde la gente movía su cabeza con parsimonia. Una religión lenta y no vio(lenta) del ruido. Esperemos que no tarden tanto en volver la próxima vez.
Sebensuí A. Sánchez
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