The Wall – Pink Floyd (1979): Construyendo muros
The Wall fue el disco más vendido de la década de los setenta y el tercero más vendido de la historia. El éxito cara al público y crítica fue arrollador, considerándose todavía hoy en día como una de las mayores obras de arte de la historia, no sólo de la música, sino también en el ámbito audiovisual. Sin lugar a dudas, el mejor álbum conceptual de todos los tiempos.
El Germen – In The Flesh
En 1978, Roger Waters tenía muchos motivos para construir un muro con el resto del mundo. Tenía toda la fama y el dinero que la banda de rock más importante de la década de los setenta le podría brindar, con un ejército de fans que cada nueva entrega musical convertía en oro y en un éxito de ventas. Pero también cargaba a sus espaldas con unos cuantos traumas y frustraciones. Un ambiente musical saturado de drogas, varios fracasos sentimentales, el miedo de haberse convertido en algo totalmente contrario a sus principios y la carga de ser uno de los hombres más famosos de su tiempo. Huérfano desde los cinco meses de un soldado de la II Guerra Mundial, la ausencia paterna marcará su vida. Por eso las letras de sus canciones transmiten el dolor que causa la guerra, los traumas que produce una madre demasiado protectora y la educación represiva del Reino Unido de los años cincuenta.
Pero a veces gracias a los pequeños detalles se consiguen cosas muy importantes. En 1977 durante un concierto celebrado en Montreal dentro de la gira promocional del álbum “Animals”, el comportamiento agresivo de un fan de primera fila condujo a Waters a escupirle en la cara. Nadie en aquel momento se podría imaginar que un mal gesto más típico de una banda punk que de los Floyd, un simple escupitajo, se convertiría en el germen de uno de los álbumes de rock más importantes de la historia.
El batería Nick Mason recuerda este hecho en su biografía, Dentro de Pink Floyd, con cierta ironía: “Si la confrontación en Montreal le cambió la vida al desventurado fan al que escupió Roger, eso sigue sin saberse; sólo hace falta añadir que nunca ha contratado a un abogado, ni ha reclamado derechos de autor por ser una inspiración creativa”.
A Roger nunca le gustaron mucho las giras. Cuentan sus ex compañeros de banda que siempre estaba tenso e irritable; disgustado con la industria musical en general. Una enorme sensación de frustración, una sensación de preguntarse que estaban haciendo ahí. Conocer la respuesta le irritaba todavía más. Al fin y al cabo no se trababa de otra cosa más que de dinero y ego. Roger Waters encontró la prueba inamovible de que su planteamiento artístico había tocado fondo.
Sin embargo, como todo buen creador, convertiría sus demonios y miedos en arte. Disgustado consigo mismo y con lo que se habían convertido algunos shows multitudinarios de Pink Floyd, comenzaría a construir en su mente un muro que lo separaría del público durante los conciertos de la banda; un muro que ladrillo a ladrillo se alzaría también como refugio de todas sus paranoias y miedos. Ladrillos que representaban conceptos como la guerra, el fracaso sentimental, la sobreprotección materna, el aislamiento social, el consumo de drogas por parte de las estrellas de rock, el comportamiento alienado de los fans, el sistema educativo como freno para la creatividad, la represión policial o la locura (enfermedad que motivó el abandono de la banda por parte de Syd Barrett – miembro fundador de Pink Floyd).
Para los cuatro integrantes de Pink Floyd, los shows debían aportar lo visual y sonoro como lo más importante, dejando a la propia banda en un segundo plano en la penumbra de los escenarios.
El Concepto – Another Brick In The Wall
El 30 de Noviembre de 1979 un extraño vinilo aparecería en las tiendas de Reino Unido. La portada simplemente era una superficie asfixiante, una pared inquebrantable que parecía sobrepasar los márgenes mismos del cartón. En pleno apogeo del punk y el postpunk británico, con bandas como The Clash, Sex Pistols o Joy Division, aparecería un nuevo álbum de Pink Floyd que llevaba por nombre The Wall.
El álbum nos retrata la vida de una estrella del rock ficticia llamada “Pink”. La historia del personaje es la historia de Waters. La muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial en una acción en la que los mandos británicos sacrificaron a muchos soldados en la batalla de Anzio, la sobreprotección materna que le producía sentirse todavía más inseguro, la opresión de la educación británica que reprimía cualquier atisbo de sensibilidad artística, los fracasos sentimentales o el aplauso garantizado de un público anónimo y masificado que le empuja hasta el umbral mismo de esa imbecilidad que nos espera en los albores del éxito son algunos de los traumas que tanto Waters como el propio “Pink” llevan a su espalda. El muro representa ese estado de aislamiento social que cualquier estrella de rock en estado depresivo puede llegar a vivir, con el fin de protegerse del mundo y de su propia vida, pero que al final le conduce a un mundo de fantasía autodestructiva.
The Wall es, en sí mismo, un ejercicio psicoanalítico en donde el protagonista, fruto de todos los traumas que la vida le ha deparado, alcanza su punto álgido de locura al transformarse, en su imaginación, en un dictador fascista que encarna la opresión contra la que lucha, convirtiéndose a sí mismo en aquello que más teme. El rock star que lo tiene todo y se encuentra por encima del bien y del mal, el comienzo de la enfermedad.
Finalmente se celebra “un juicio” ficticio y simbólico contra “Pink”, que termina con la condena de derribar el muro y exponer sus propios sentimientos, abrirse al mundo exterior en una liberación final que permite a “Pink” volver a formar parte de la sociedad.
El compositor y experto en bandas sonoras de películas, Michael Kamen, fue el encargado de los arreglos orquestales para “The Wall”.
Uno de los pilares que aleja radicalmente este disco de las obras anteriores de Pink Floyd es, sin duda alguna, la confrontación de dos fantasmas con el Yo de Roger Waters. Su propio padre, como hemos comentado líneas arriba, pero también su amigo y ex compañero de banda, Syd Barrett. Es más que evidente que la figura de Syd supuso un antes y un después en el genio de Waters, quién temía encerrarse tanto en sí mismo hasta el punto de llegar a transformarse en lo que el propio Barrett se convirtió, un diamante loco, un lunático.
Su propia vida le convierte en un solitario, como a Barrett, hasta que finalmente, como Pink, fabrica un muro para aislarse del dolor y de los sentimientos, para no sentirse culpable por tener esos sentimientos.
La sociedad tiene ciertas reglas, son externas por que están antes de que el individuo nace, pero a veces el hecho de que estén no significa que sean las reglas correctas. Pink, por ejemplo, creció en un ambiente bastante conservador en el que el maestro de su escuela era el típico profesor estricto y detestable que maltrata a sus alumnos con métodos antiguos como la vara, no les deja expresarse libremente, y se burla de ellos y de sus ideas, pero también es reprimido por su esposa.
La proyección de la amargura de los profesores en sus alumnos se convierte en otro ladrillo en el muro al ritmo de la famosísima “Another Brick in the Wall Part II“. Todo un canto de protesta que causó más de una controversia e incluso fue prohibida en varios países por el contenido de su letra. Acompañada de un coro de escolares y un afiladísimo solo de guitarra, compone una canción que no deja de ser una obra maestra.
La tesis del psicoanálisis está muy presente en la obra. La figura materna y las mujeres como elemento castrante de la personalidad. Por un lado, la madre de Pink sobreprotege a su hijo, impidiéndole desarrollarse y llegar a ser un adulto. Por otro lado, la incapacidad de hacerse comprender por su mujer y los fracasos de pareja.
Además, la II Guerra mundial, la guerra como metáfora. La guerra como competición por ser el mejor. El individualismo extremo moderno, en el que Waters no se siente a gusto.
La idea de The Wall era la idea de Waters. Según Rick Wright, el resto de componentes de la banda nunca hubiesen accedido a grabar el disco si hubiesen tenido otra opción. Pero había muchas deudas e impuestos que pagar. La delicada situación financiera de la banda era una realidad.
En resumen, The Wall es una gran metáfora sobre la alineación en la sociedad, pero sobre todo de cómo una persona llega al punto de refugiarse en lo más profundo de su ser para evadirse de la realidad.
La Gira – Is There Anybody Out There?
Tras el enorme éxito que causó el nuevo trabajo de Pink Floyd en la escena musical, la banda decidió llevar a cabo una corta gira interpretando íntegramente The Wall entre 1980 y 1981 pero sólo en unas pocas ciudades (Londres, Los Ángeles, Nueva York y Dortmund).
Recordemos que a pesar del éxito comercial, la situación económica de la banda era crítica por aquel entonces. No obstante, esto no les frenó a la hora de embarcarse en su gira de conciertos más ambiciosa hasta la fecha, incluyendo en sus shows un gigantesco muro que se construía ladrillo a ladrillo entre el grupo y el público, consiguiéndose así el objetivo de Waters; que el público comprendiese el mensaje sin la necesidad de respirar el sudor de los rock stars; con proyecciones a cargo de Scarfe y todo un elenco de marionetas gigantes al estilo “Animals”, que representaban la figura del profesor, la madre, la mantis como símbolo de opresión, etc; y que harían palidecer hasta al mítico cerdo volador Algie. Los conciertos eran representaciones teatrales que finalizaban con el muro siendo derribado con una explosión durante The Trial (El Juicio), dejando a los miembros del grupo “desnudos” ante el público.
Irónicamente, Rick Wright, que había abandonado el grupo por desavenencias con Waters durante la grabación en 1979, y que participaba en los shows de la gira como músico a sueldo, fue el único que sacó beneficio económico de una gira cargada de pérdidas.
La Película – The Show Must Go On
El impacto que produjo en 1979 la aparición de la ópera rock de Pink Floyd llegó al cine. En 1982 se filmó por la Metro-Goldwyn-Mayer bajo el título de Pink Floyd The Wall con Alan Parker como director y el líder de los Boomtown Rats, Bob Geldof, como “Pink”. También participaron en escenas Bob Hoskins y la joven Joanne Whalley. El guión fue escrito íntegramente por Waters y el argumento son las canciones del disco, no existiendo prácticamente diálogos.
La idea de incluir actuaciones en vivo de la banda se desechó pronto, quedando la película compuesta íntegramente por las escenas rodadas por Parker y una gran cantidad de animaciones a cargo de Gerald Scarfe, que contribuyeron a reflejar el universo de locura del protagonista, incluyendo los icónicos martillos andantes que son uno de los grandes símbolos de la banda.
A todo el mundo le impactó desde el primer momento la magnífica escena en la que los alumnos son tratados como filas de personas llevadas al matadero para convertirse en carne picada.
La película permitiría alcanzar una comprensión mucho mejor de la historia de Pink. Cumplió perfectamente su función como complemento al álbum y plasmación de su concepto, ayudando así a entenderlo mejor y disfrutarlo como es debido. La película pronto se convertiría en obra de culto.
La naturaleza casi munchiana de ese grito es capaz de resonar en lo más hondo de nuestra intuición.
Un dato curioso: Bob Geldof hasta que trabajó en la película no era ni mucho menos un gran admirador de la música de Pink Floyd, más bien todo lo contrario. Después de su participación, el músico quedaría muy marcado por el papel y la relación con las letras de Waters.
Behind The Wall
The Wall no es un álbum inocente ni lo pretende. En 1980, en Sudáfrica, “Another Brick in the Wall II” fue prohibida oficialmente por el Gobierno por “incitar a los jóvenes a realizar disturbios”. Uno de los temas más emblemáticos del álbum había sido adoptado como himno entre los estudiantes negros que protestaban contra el régimen del apartheid que por aquel entonces hacía estragos en las escuelas del país.
21 de Julio de 1990. Berlin celebra su reunificación. Si el Muro de Berlín cayó un año antes, Waters decidió volver a construirlo y demolerlo otra vez ante una multitud agolpada en la explanada de Postdammer Platz, tierra de nadie durante la Guerra Fría. Waters ya no está en Pink Floyd pero conserva los derechos de The Wall tras una agria disputa judicial con David Gilmour.
Berlín se convirtió en la fiesta que parecía augurar un cambio en el final del milenio, una nueva oportunidad para la vieja Europa y, sobre todo, para los modelos económicos que no tardarían mucho en solidificarse.
El macroevento contó con invitados de lujo como Marianne Faithfull, Van Morrison, Bryan Adams, Scorpions o Sinead O´Connor, entre otros. Como anécdota cinéfila, puntualizar que de aquí sacó Scorsese la versión de Confortably Numb con The Band y Van Morrison, que usa en Los Infiltrados.
Los seguidores de la banda, que sólo se han vuelto a reunir para participar en el concierto benéfico Live8 organizado precisamente por Bob Geldof en Julio de 2005, nunca se resignaron a la disolución de una banda que abrió nuevas vías frente al sonido y a las letras de otros. Pink Floyd no se parecía en nada de lo visto hasta entonces.
Roger Waters es un músico concienciado. Durante su última gira mundial que finalizó en 2013, donde interpretaba al completo The Wall, no ahorró comentarios políticos y sociales e incluso llegó a pedir el boicot cultural contra Israel mientras no caiga el muro de Cisjordania. En apenas unas semanas saldrá a la venta la película oficial de la gira que recomendamos ver con detenimiento. Muy recomendable
“Lo que impide que nos comuniquemos los unos con los otros son los muros del dogmatismo y siento decirlo, los muros de los medios de comunicación, los muros del comercio; que se alzan entre los seres humanos”
Roger Waters, Madrid, 2011
Estamos sin lugar a dudas ante la última gran obra maestra de Pink Floyd, pues sus posteriores trabajos (The Final Cut, A Momentary Lapse of Reason, The Division Bell y el recientemente estrenado The Endless River) aunque notables en muchos aspectos, no son más que meras sombras de lo que el cuarteto británico logró durante la década de los setenta.
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