Crónica de Lisabö en Madrid

Lugar: Teatro Joy Eslava, Madrid Centro
Promotor: Primavera Sound
8 de Febrero, 2025, 21 horas

 

Lo primero que hizo la banda colectiva, procedente del País Vasco, Lisabö, fue colocar la bandera palestina sobre los altavoces, en solidaridad a un país que lleva soportando ataques de Israel, desde hace 77 años, llegando a lo que ya ha sido calificado, en más de una ocasión, de genocidio, que esto ocurra en el país, donde nació Jesús de Nazareth, da mucho que pensar, sobre el idiosincrático destino humano. Por si fuera poco, esa subespecie de clown criminal egomaníaco, llamado Donald Trump, que ahora intenta bajo su visible estado de dementia praecox, en comprar y modificar el mundo, ha mostrado todo su apoyo, por último, a Israel; aunque todo no son siempre malas noticias, desde mediados del mes de Enero, ha habido un ‘alto el fuego’ en Gaza, que aún se mantiene.

Lisabö (Lisboa en sueco), es una banda colectiva, por dos razones, una es que oscilan entre seis o siete músicos en el escenario; esa noche en Madrid fueron seis músicos, porque solo hubo un bajista, pero sí que hubieron dos baterías atronadoras; y colectivos también son, porque forman parte del sello discográfico irunés, Bidehuts, en el que editan sus proyectos paralelos, como el de otros amigos de su círculo norte, y en el que tienen casi cien grabaciones publicadas, Bidehuts, desde el año pasado, también funciona como editorial, pues han publicado su primer libro, llamado ‘Coda’ de Borja Iglesias.

El concierto empezó, con una introducción inquietante, entre drones zumbantes, que luego se aclararían con la canción ‘Blue Velvet’ de la película homónima de 1986, del recientemente desaparecido, al menos de esta dimensión, pater del surrealismo estadounidense, David Lynch. Tras la presentación de Karlos Osinaga, uno de los dos vocalistas, y de los tres guitarristas de la banda, en la que se quejó, justificadamente, de la política burguesa sobre ruidos ambientales, que por lo visto, había hecho peligrar el concierto de esa noche, y que luego bromearía con este mismo asunto, hablando sobre ‘cargas policiales’ en la calle, empezó, lo que un periodista hizo bien en calificar a Lisabö, como “la creación de una bola de fuego”, en la que si te vas dejando envolver, acabas irremediablemente convertido en una tea humana, y así lo demostró más de la mitad de los asistentes a la Joy Eslava, que no paraban de agitarse en una sala completamente llena.

El concierto empezó con la demoledora “Oroimenik gabeko filma” (Una película sin memoria), los músicos, tenían que buscar el momento sagrado o kairós, de concretar su sincronía musical, que por el hecho de ser seis músicos, podía ser algo más largo de lo habitual, para así adentrarnos en su sonido mántrico acentuado por la doble exposición sonora de las dos baterías, que  recordaban a Swans en cuanto a sobrecarga percutiva en directo. Siguiendo con símiles, también se me asemejó a Buzz Osborne de The Melvins, uno de los bateristas, debido a su abundante pelo gris – eléctrico.

Las voces, que casi formaban un dueto en contados momentos, eran desgarradas, pantanosas, cercanas al sludge metal de unos EyeHateGod, no era difícil, ver a Javi Manterola con las cuerdas vocales tensadas. Su segundo tema fue “Amuz inguratuta (Rodeado de un gancho)”. Habían momentos de alta tensión sobre el escenario, en los que no sabíamos si la famosa bola de fuego iba a ser catapultada, o simplemente se quedaría en reposo cual sol agonizante, momentos hostiles y excitantes, por otra parte.

En Nekearen Teoria (Teoría de La Fatiga), se podían oír esos deliciosos sonidos de bajo grave y alto, característicos del post hardcore de la casa Dischord recs. Si hay un idioma que empatiza con este estilo musical, sin duda, ese es el euskera, debido a su crudeza, tanto, que parecen que han nacido el uno para el otro, un idioma duro y extraño, que no se parece a ningún otro, aunque algún historiador, como Fedrico Krutwig en su libro Garaldea del año 1978, lo llegó a emparentar con el idioma guanche de los pueblos prehispánicos, de las Islas Canarias, dando a ambos pueblos, un origen norteafricano, y es que ambas lenguas son profusas en kas, equis, y zetas.

Algunos de sus temas los empezaban frente a los altavoces y de espaldas al público, en temas como “(Gutariko bakoitza gara denok / Cada uno de nosotros es todos nosotros)” se podía escuchar la muralla sónica de dos guitarras con otra rítmica principal aparte. A pesar de que no hubo presencia femenina sobre el escenario, sí pudimos escuchar el sample recitado con una de las voces de mujer en “Kristalezko Begiei So (A Los Ojos de Cristal)”, además del uso de doble micro de Osinaga, uno de ellos, de aspecto antiguo y con sonido megafónico, característico del sonido del grupo, llamaría la atención que sobre uno de los enormes altavoces, hubiera una radiograbadora con una cinta adentro y con unos auriculares, de la cual no sé si emitirían algunos samples desde dicho artilugio, usándolo como sampler.

Caos organizado entrópico, entre estructuras sonoras disipadas, que armonizaban estallidos y acoples eternos entre las tres guitarras. Aunque el caos no siempre se pudo dominar, y en un momento tuvieron un parón, del que Karlos diría muy jocosamente “Siempre nos pasa lo mismo”, Osinaga, se daría un golpe en la cabeza con uno de los micros, y en una de sus charlas interlúdicas, dijo, que no se acordaba de lo que iba a decir, debido al golpe que se había dado en la cabeza. A unos metros de mí, una señora muy mayor, espetaba cada diez minutos, aproximadamente, ¡Ponte hielo!, ¡Ponte hielo!.

Atractiva y llamativa, era la forma de tocar la guitarra, de Manterola, que parecía acariciar un tigre con una mano, algo que nunca había visto, cuando no la tocaba con una baqueta en el mástil, o mientras rasgueaba con una de sus manos, entretanto con la otra agarraba el micrófono, a la vez que cantaba.

En el último tema “Hemen naiz ez geldizeko baina (No estoy aquí para detenerme, sino…)”, más de uno, lo recordará por el nivel oceánico de sus decibelios, el jubiloso Osinaga, que le decía a los técnicos de sonido, que le cortaran, para no seguir hablando, se despidió de nosotros, diciéndonos, que “sois todos muy queribles”…

Sebensuí A. Sánchez

Sebensuí A. Sánchez

Khaös de Mago, poeta palabrista, filósofo imberbe, melómano colector desde que tenía 10 años. Ya daba patadas antes de salir a la luz, le contaba su madre, cuando en casa se ponía el “The Dark Side of The Moon”.