Valencia Music Experience | Parte I: Cuando la peor confirmación de un festival es su organización
A las cinco de la tarde, una hora antes de que abrieran las puertas de la Marina Sur, en el Instagram del festival anuncian que Kidd Keo, uno de los grandes nombres de la jornada, cambia su horario de las dos de la madrugada a las siete de la tarde, siendo él el artista que abriría el festival. Las primeras quejas se hacen llegar vía Instagram, la red social que la organización ha decidido utilizar como medio para comunicar las novedades y cambios. Silencio absoluto ante las críticas. Los usuarios comienzan a quejarse de que se les está borrando los comentarios negativos.
Como fue petición del artista y el motivo fue ajeno a la organización, no creo que se pueda reprochar nada a ésta, pero sí que fue responsable de no subir los horarios modificados siendo conscientes de que las actuaciones iban una detrás de otra, y con el cambio inicial, se descuadraron las horas del resto de actuaciones.
Como entré con acreditación de prensa nada más comenzar el festival, no tuve que soportar las largas colas que se hicieron a la entrada del recinto, pero según me comunican Paula y Marta, dos chicas a las que les afectó la espera –llegando a ser más de tres horas–, desplazándose a propósito desde Alicante y Madrid, se marcharon a casa sin tan siquiera entrar. Están a la espera de la respuesta de las reclamaciones puestas. El Valencia Music Experience y el Marenostrum, dos festivales multitudinarios, se realizaron en la misma localización, separando ambos recintos con una valla metálica. Me cuentan que ambas colas fueron kilométricas y se mezclaban, no había separación entre ellas, por lo que acceder al recinto se volvió más complicado todavía. A este descontrol se le sumó que para recoger las pulseras también había que realizar cola, que se mezclaba a su vez con las de acceso, puesto que las casetas se encontraban a escasos metros de éste.
Una vez dentro, tienes que realizar otra cola si deseas cargar la pulsera para comprar consumiciones en barra. Otro punto negativo según varios asistentes. La carga mínima era de diez euros, bastante excesivo si se tiene en cuenta que el público mayoritariamente eran chavales menores de edad que lo único que podían consumir eran refrescos y agua. Los precios de estos eran impares, por lo que seguramente te quedarás al final de la jornada con uno o dos euros sin poder utilizar. Uno o dos euros no reembolsables y que no podías gastar porque no había nada con un precio inferior a tres euros. Los chavales, aun así, fueron bastante avispados y en las colas se hacían grupo con desconocidos para cargar en una pulsera los diez euros con las aportaciones de varios. Veías a grupos de seis chicas comprando botellas de dos en dos (puesto que la única forma de comprar botellas de agua era la opción de dos aguas por tres euros). Los que ya superamos la mayoría de edad nos vimos con cervezas a cuatro euros y pago de un euro por vaso. De nuevo, un euro que tampoco se reembolsaba.
En cuanto a los puestos de comida, encontramos tres tristes “food trucks” de pizza y hamburguesas. No creo que para la mayoría suponga un problema cenar aquí, pero una de mis acompañantes era celíaca y no podía consumir nada de lo que ofrecían. Además, como en la mayoría de festivales, no se podía meter comida al recinto, pero en este caso si querías salir para cenar tenías que pagar otros cuatro euros por un cuño y luego realizar la cola kilométrica para acceder de nuevo. Finalmente, mi acompañante se quedó sin cenar. Supongo que no sería la única.
Los errores de organización no terminaron aquí. Ya desde la experiencia personal, tuve que aguantar comentarios maleducados por parte de algunos usuarios del staff por intentar hacer mi trabajo. En un primer momento pasamos sin problema tras las vallas para hacer las fotos para esta crítica. Cuando le pedí que nos dejaran echar una foto desde detrás del escenario, la chica encargada de que pasara la prensa nos negó entrar porque no llevábamos cámara profesional. Pese a insistir con que veníamos por prensa y enseñar los correos intercambiados con la organización e incluso mostrar la fotocopia de la entrada donde figuraba claramente el motivo de nuestra asistencia, no cedió. Desistí y volvimos donde estábamos, intentando sacar fotos y ver el concierto de Kidd Keo.
El conflicto se presentó otra vez cuando quisimos acceder de nuevo para la actuación de C. Tangana y en ese momento se nos negó la entrada. De nuevo la chica apareció y con un “deja de marear” me despidió. Insistí en que habíamos pasado antes y le enseñé la entrada, su negativa se basaba en que la había podido coger del suelo, que ni los correos ni la fotocopia donde salía que venía por parte del jefe de prensa del festival servían. Me sentí ninguneada y muy enfadada por todo lo que iba ocurriendo. Pese a eso, viendo que la organización fue desastrosa y muy mejorable, decidí volver a la parte del público y disfrutar del resto de conciertos.
Los asistentes no han querido pasar por alto todo lo que comento, tal vez se pensaban que por ser jóvenes podemos aguantar cualquier cosa y que se nos puede tratar mal, que no pensábamos quejarnos y tomar medidas. Esta mañana he leído las redes sociales del festival y no he podido encontrar ningún comentario agradable.
Continuará …
Texto: @Cubobinski
Foto: Valencia Music Experience
Debe estar conectado para enviar un comentario.